Cuando el reinado de George W. Bush tocaba a su fin, dejó dos patatas calientes a Barack Obama. Una de ellas era la astronómica deuda de Estados Unidos, y otra el paquete de rescate a los grandes fabricantes patrios: Ford, General Motors y Chrysler. Finalmente, Ford no necesitó su rescate, pero los otros dos sí.
Se invirtieron 80.000 millones de dólares para evitar el desastre que comportaría su desaparición, más de lo previsto inicialmente. Se calcula que se evitó la pérdida de 1 millón de empleos y 28.600 millones de dólares (por impuestos que no se recaudarían y costes de seguridad social para todos los empleados despedidos, incluyendo industria auxiliar).
De dicho rescate, una vez General Motors y Chrysler han terminado de pagar todo lo que debían, se han perdido para siempre 14.600 millones de dólares, equivalentes a unos 10.000 millones de euros (aprox). Dicho de otra forma, se ha perdido la mitad de lo que se podría haber perdido en el peor caso…
¿Qué llevó a fabricantes titánicos a esas situaciones? El exceso de submarcas con refritos de otros mercados, poca visión real del mercado y a dónde iba, la poca eficiencia general de sus flotas en comparación con los asiáticos, directivos irresponsables (ejemplo: ir a reclamar fondos, por “no tenerlos”, en avión privado a Washington)...
Los contribuyentes de Estados Unidos y el Tesoro (FED) han perdido mucho dinero con los rescates, como también han perdido dinero los antiguos accionistas, entre los que me encuentro (afortunadamente no fue mucho). Pero bueno, no es lo mismo estar en Guatemala que en Guatepeor.
El mayor agujero lo provocó General Motors, dividida en General Motors y Motors Liquidation Company. El rescate de esta empresa supuso casi 10 veces más pérdidas que el rescate de Chrysler. Y ojo, solo hablo de Estados Unidos, pero el Gobierno de Canadá también invirtió dinero en estas empresas.
¿Fue buena idea el rescate? ¿Merecía la pena?
El resultado del rescate ya lo conocemos. General Motors tiró a la basura varias marcas (Pontiac, Saturn, Hummer) e hizo su gama más adecuada a estos tiempos. Chrysler ha quedado en manos del Grupo Fiat. Y Ford está que lo peta, con beneficios y unas ventas brutales. Decididamente las cosas han ido a mejor.
Además, estas dos grandes empresas han creado empleo e incluso han reinvertido de nuevo en el país, aunque menos dinero del que los contribuyentes perdieron con su rescate. Pero, del montante total de la deuda de Estados Unidos, ¿qué parte corresponde al rescate?
Si imaginamos un palet estándar hecho de billetes de 100 dólares, podríamos apilar palets suficientes como para tener un edificio de billetes del tamaño de una de las torres gemelas del antiguo World Trade Center. Es decir, 14 billones de dólares (ó 14 trillon dollars).
Es decir, hablamos de casi 10 billones de euros. El precio del rescate fue de 80.000 millones de dólares, ¡es muchísimo menos! De hecho, es el 0,1% de la megadeuda del país. Los periódicos de economía están que echa humo, el Tío Sam está a punto de ver el “Game Over” en el Simcity. Como haya que rescatar a EEUU, que God nos coja confesados…
Muchos economistas dicen que los rescates son un error, que solo suponen un alargamiento de las agonías. En este caso podemos comprobar que puede haber buenos rescates y malos rescates. Para General Motors y Chrysler, la lección les ha sentado bien… mientras no la olviden, claro.
De momento, estamos esperanzados. General Motors saca un coche eléctrico a la calle, en vez de mandarlo al desguace. Chrysler saca modelos más lógicos, sobre todo gracias a la influencia italiana. En cuanto a Ford, simplemente han sabido ser más listos, y a los resultados me remito. El Ford Focus es un perfecto ejemplo de cómo hacer bien las cosas.
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28 julio 2011
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